Doble retrasito, Mari Carmen. Sí, tú que eres una de mis (seis) fieles lectoras, sabes que este post era en septiembre, a la vuelta de las vacaciones y sabes que, si se trata del típico post de recap de final de año, leches, tiene que llegar a final de año y no al principio del siguiente.
Toda la razón. Y como no tengo excusa, más allá de lo atropellado de mi vida, me lanzo del tirón a escribir y pelillos a la mar. Ahí va.
Pregunta inicial: qué hemos aprendido en el entorno educativo en 2020.

Ha sido un año este que acabamos de terminar con cuatro periodos bien diferenciados:
- Hasta marzo: completa normalidad. Docentes que hacen lo que siempre hacen.
- De marzo a junio: caos y destrucción. Docentes obligados a hacerlo todo de manera diferente.
- De junio a septiembre: muerte cerebral. Jamás un verano fue tan necesario.
- De septiembre a diciembre: rara normalidad. Docentes que hacen lo de siempre pero con apps
Me explico.
El año comenzó como cualquier otro. Nadie esperaba una pandemia y en los centros educativos se hacía lo que se viene haciendo; lo posible. Generalizar está muy feo, pero en la mayoría de los centros de España se viene desarrollando una pedagogía propia de los 90, con un diseño instruccional basado en la clase magistral, la memorización y el examen. Son de momento pocos los docentes y menos los centros que apuestan por modelos más competenciales y tecnológicos.
Las causas son tan variadas que todo el mundo tiene su pequeño catálogo de excusas: falta de infraestructuras, de personal, de formación, de apoyo de las familias, la LOE, la LOMLOE, la vecina del quinto… Algunas son muy poderosas y otras son, seamos sinceros, mentira.
Pero he venido aquí a hablar de lo que hemos aprendido como sector en el 2020. Y el aprendizaje se produjo de marzo a junio. Oh yeah! Cuando nos toca salir de nuestra zona de confort y hacer cosas de manera diferente, aprendemos. Cuando nos toca colaborar con las familias y vemos su punto de vista, aprendemos. Cuando tenemos que usar la tecnología porque no queda otra, aprendemos.
Y demostramos que somos capaces de aprender. Generalizando de nuevo, feísimo, se superó bien la situación de cierre de centros educativos. Plas, plas, plas. Veranito. A descansar.
El verano más corto de nuestras vidas, Mari Carmen. Llegamos literalmente reventados y se acabó en un suspiro. Qué poco dura la alegría en casa del pobre!
Total, que llega septiembre. Con mucha inseguridad. Que si se abren los coles, que si no. Que si protocolo COVID, que si distancias de 1,5 metros. Pero que si no se puede nos inventamos los grupos burbuja. Que los mayores en semipresencialidad (toma castaña!) Que si la universidad desde casa.
Las administraciones educativas impecables, como siempre.
Y a trompicones terminamos el año, cerramos una primera evaluación caótica y compleja y nos vamos a las vacaciones del turrón, que han durado, aproximadamente, diez minutos.
Y estarás pensando, Mari Carmen: un año duro pero hemos aprendido mucho como sector. Seguro que ha merecido la pena.
Pues mira, igual no.
Qué hemos aprendido exactamente, me pregunto.
A manejar Teams, Classroom, Moodle, Genially, YouTube, Kahoot, Edpuzzle y otras aplicaciones estupendas. Mención especial aquí a las que sirven para hacer fichas interactivas, emulando las páginas de un libro de texto, pero en digital.
Porque lo que hemos hecho, y seguimos haciendo (como ves yo sigo generalizando) en lo de siempre. Hay un modelo de implementación de tecnología en el aula llamado SAMR que habla de Sustitución, Aumento, Modificación y Rediseño de la propuesta pedagógica gracias al uso de tecnología.
El primer peldaño es el de sustituir una cosa con otra. Un libro analógico por uno digital. Una ficha en papel por una hecha con Worksheets (no recuerdo si la app que se puso tan de moda se llamaba así). Una clase presencial por una online. Yupi!
En estos casos, mayoritarios, lo que hacemos es usar tecnología para poder seguir haciendo lo de siempre: aburrir. Como no te puedo dar mi explicación de una hora sobre la geometría plana o los visigodos en clase, te la doy vía Meet o Zoom o Jitsi y arreglado. No te gusta? Pues dos trabajos tienes.
Pero antes hablaba de lo de salir de la zona de confort y aprender cosas. Y es cierto que ha habido muchos docentes y centros en la A de Aumento. Ojo que no siempre me parece bien esto de aumentar por el hecho de aumentar, pero es cierto que gracias al confinamiento muchos docentes han pedido a sus alumnos que investiguen en internet (y no solo en el libro) para hacer resúmenes o mapas mentales o que usen sus ordenadores en casa para redactar textos en formato digital que, además, incorporan fotos y diagramas. Aumentando que es gerundio.
Bien, Mari Carmen, bien.
Algunos se vinieron arriba y modificaron sus propuestas: aprovechando que tengo Classroom y YouTube y un Iphone en el bolso, me grabo unos vídeos cortos y en lugar de dar una explicación de una hora, aprovecho mi sesión online para que trabajen en los ejercicios del libro y me puedan preguntar sus dudas en el momento.
Y otros decidieron moverlo todo. Ya que estamos, le damos una patada a la mesa y que vuelen las fichas del dominó. No tengo aula, no tengo libro, no tengo pizarra. En ese caso, replanteo mi propuesta, grabo unos vídeos para mis estudiantes, les propongo retos y proyectos y les invito a trabajar de manera colaborativa usando tecnología. Yuhu!
Y sí, es cierto que algunos no podían hacer esto. Los nenes en casa que no tienen ordenadores o internet, las familias que no tienen ni idea, la LOE… Que sí.
Pero otros muchos tenían la posibilidad de hacer cosas y no las hicieron.
Y están muy contentos porque ahora pilotan Kahoot.
Y vino septiembre y han vuelto a hacer lo mismo. Con suerte, han hecho un par de Kahoots, que a los alumnos es lo único que les motiva.